Humor y ternura de Inocente Carreño

La Isla de Margarita lo vio nacer, el 28 de diciembre de 1919. El día de los Santos Inocentes. De allí su nombre. Pero de inocente... nada. Su primer amor musical fue la guitarra clásica, y de hecho se aferró a ella con pasión, con ternura. Porque no solamente se abocó a estudiar a los clásicos, sino también a compartir el instrumento con la serenata; y así se hizo llave, amigo, compañero de Antonio Lauro, otro grande de la guitarra en Venezuela. 

La guitarra le amoldó la ternura, y, ciertamente, hay que ser guitarrista para sentir y respirar el aroma dulce de las cuerdas de este instrumento en las obras de Inocente Carreño: tomen, por ejemplo, el bellísimo soneto de Juan Beroes, al que Carreño le puso música y convirtió en la bella canción coral "Pregúntale a ese mar", donde las voces exhalan y respiran con suave delicadeza.

Si miran hacia su "Glosa Sinfónica Margariteña", podrán sentir el aroma salobre, el salitre suave de la mañana cuando el sol apenas despunta en el amanecer margariteño. En esa obra, los viento metales (la trompa y la trompeta fueron sus otros instrumentos) cantan como lo hace el botuto, esa fabulosa caracola que las costas del Caribe suelen regalarle a los amantes de las playas.

Y asi, podríamos llenar de ejemplos tiernos musicales. Sin embargo, así también reía con franqueza Inocente Carreño. No era un chistoso, ni era de los que otorgaban una risa fácil, por mucha galantería que quisiera exhibir. No. Era humor inteligente, del que se ríe de sí mismo, de hablar sobre su música como "obritas", cuando en realidad se trataban de portentos llenos de armonías llenas de mágicos efectos sonoros. Ese era Inocente Carreño, el margariteño amable que acaba de dejarnos, el pasado 29 de junio de 2016. Paz a sus restos.