Acabé de escuchar el álbum, cuando mis neuronas se retorcían por sacar en letras lo que pensaban. No podía salir ileso del regocijo auditivo, tampoco podía reprimirlo sabiendo que "we are all just soldiers in this epic loving flight and no one that I know has ever really done it right (Todos somos sólo soldados en este épico y cariñoso vuelo, y nadie que conozca realmente lo ha hecho bien en él)." Una nueva y larga ola se ha ido formando en las profundidades del entretenimiento reivindicando el funk e identificándose con los sonidos del ghetto: esto se ha evidenciado tanto en los instrumentistas como en los dj's. Qué alivio reconocer en una banda como los Red hot la capacidad de surfearlas con facilidad y soltura. Los bajos ahondan en un slapping con personalidad suficiente como para volcar un buque de guerra; las letras, más circulares mientras más se adentra uno en la totalidad del álbum, ruedan sin orificios sobre una batería que sigue impecable el movimiento de las canciones, junto a una guitarra que adorna las melodías de Kliedis.
El album abre con "The getaway", canción que habla del amor como alucinación, como escape ante la cercanía. Lo rutinario y la fama adoptan el rol adversario ante un arma fulminante: la soledad entre una pareja que busca alejarse. Y aunque el hablante no sabe de qué exactamente huye, simplemente lo hace, porque su mujer le mostrará algo que nadie ha visto. El ideal cobra fuerza en la psicología de la voz principal, se mezcla con el hedonismo de los protagonistas y se vuelve el inicio de una larga ola. Todo continúa con "Dark Necessities", canción que hallé con fausto asombro, por la fuerte presencia de un determinismo pesimista propio de una depresión. El tono individual que mantuvo hasta ahora el álbum es roto con la joya política We turn red. Luego se retoma el tema del amor en distintas metáforas: una larga ola, ángeles despedidos por la cruel realidad, el rompimiento con un ideal de amor enfermo, cuando, de repente, con Go robot, ocurre otro brinco social: ahora nos encontramos frente a una crítica educativa donde el individuo, ya crecido, ve en el determinismo que le intentaron implantar como a un robot, puras mentiras. Para él, y así termina This ticonderoga, "todos somos sólo soldados en un épico y cariñoso vuelo, y nadie que conozca realmente lo ha hecho bien en él." Ahora bien, la canción The Hunter abre con una hermosa melodía que, junto con una simple nota de guitarra, parece salir de la nada y crear todo un mundo de vínculos espontáneos. Josh a lo largo de la pieza protege como un ángel de la guarda estas preciosas líneas que recuerdan a Hemingway y su Old man and the sea.
The getaway se escucha como un movimiento fraccionado: un conjunto de canciones, que aunque bien diferenciadas unas de otras, funcionan como una totalidad indiscutible. ¿Y quién pondría en duda el timing de una época tan fraccionada como la que vivimos en aparente unidad? ¿Sería lícito decir entonces que estamos frente a un álbum producto de su contexto y circunstancia? Como todo buen compendio, contiene canciones que escapan al tiempo (pues pertenecen a campos más trascendentales como los sentimientos, el presente, el hedonismo, el amor, el determinismo, etc.), y una que le pertenece: We turn red. Esto es reflejo de la maduración que han tenido como banda, la identidad que han creado a lo largo de los años: esto es, la trascendencia, la atemporalidad de su música, la justificación de una voz poética que habla desde la ambigüedad de la cercanía y lejanía, que ríe las alturas porque ve la ficción de las nubes desde las montañas, un conjunto que realmente hace suya la música.
