¿Cómo así? Resulta que el color negro que lucen los músicos, sobre todo los de las orquestas sinfónicas, son uniformes, aburridos. Precisamente, esta última palabra fue la que utilizó la diseñadora española Agatha Ruiz de la Prada; quien al parecer se comprometió para diseñar -con todo el colorido que la caracteriza- nuevos y deslumbrantes trajes para los músicos.
La violinista Elena Mikhailova acaba de lanzar su disco "Entre jotas y zapateados. Homenaje a Palblo Sarasate", con carátula diseñada por Ruiz de la Prada. La portada y contraportada del disco, si no es porque la violinista aparece en la fotografía, podría pensarse que es otro el género musical, y no el académico. Justamente este detalle fue el que llamó la atención de Agatha, y en pensar en cambiar la vestimenta, para que la gente, como ella, con poco oido musical, se pudiera distraer visualmente mientras la música suena. Al menos fue lo que declaró.
Este punto es interesante, porque la vestimenta del músico forma parte de la puesta en escena de la obra musical. No olvidemos que el espectáculo musical es una arte escénica, es decir, se presenta en un escenario, frente al público, que no solamente "consume" la música por los oídos, sino por el resto de los sentidos, de manera kinestésica. Pensar en la vestimenta, es pensar también en el repertorio y en el estilo de la música que se está tocando en el escenario. De modo que si un músico escoge una vestimenta neutra, digamos, negra, beige, blanca, es porque quiere que la atención visual se enfoque en otros elementos, como el instrumento o en algún detalle escenográfico, y no sobre su persona.
Sería interesante que los diseñadores, incluso, los artistas plásticos pudieran pensar en diseños visuales para las vestimentas de los músicos, donde se pueda integrar el discurso sonoro, de modo tal, que la obra de arte sea completa.