Cuando tenía 17 años de edad conocí a una persona en la Universidad Santa María que cuestionó buena parte de los pocos grupos que entonces me gustaban. Decía que en el mundo había mucho más que Metallica, Limp Bizkit y Korn. No tuvo nada en contra de los Beatles, pero frunció el ceño cuando afirmé que algunas canciones de Maná no me parecían malas. Pocos meses antes había dedicado por teléfono "Rayando el sol". No la canté, sólo pegué la bocina al reproductor con la esperanza de que me besaran a los pocos días.
A pesar de la arrogancia de sus palabras, no hubo un desprecio hacia esa persona. Mas bien se convirtió en un preciado compañero de clases. Aunque al poco tiempo abandonó la carrera de Comunicación Social, seguimos hablando y compartiendo música por uno o dos años más. Ahora forma parte de la diáspora venezolana.
Fue Sergio Moreno quien me habló con emoción de Radiohead, quien quemó Pablo Honey y me lo regaló antes de pasarme un CD con canciones en MP3 -bajadas de Limewire- como "Karma Police", "Let Down" y "Just". En ese momento sumé una gran banda a mi vida. Empecé a comprar sus discos. La desaparecida tienda Board's del Sambil se convirtió en un lugar para visitar frecuentemente. Ahí compré Kid A, Ammnesiac, álbumes extrañísimos para un adolescentes que descubría otras inquietudes musicales.
Obviamente quería verlos en vivo. Entonces mi amigo, que ya no quería ser periodista sino embajador o canciller, me habló de una campaña en Internet para reunir, si mi memoria no me falla, 10.000 firmas para que alguna productora venezolana trajera a Radiohead. Para lograr el objetivo, había que imprimir y sacar copias a un flyer tamaño carta en el que se invitaba a las personas a ingresar a una página web y firmar la petición
Recuerdo haber impreso aproximadamente 100 afiches de esos. Los pegué en la universidad y en los alrededores del CVA del Centro. Nos reuniamos en La Candelaria, donde nos repartíamos el material.
Aunque no eran mensajes en pro del anarquismo o de la caída del capitalismo, sentía que estaba haciendo una actividad subversiva. Estaba ilusionado, pero en el fondo sentía que era un imposible, casi una utopía. No tenía niguna estadística, pero presentía que había escasez de público para la banda y las cuentas no iban a ser positivas para la empresa que llegara a pensar en esa posibilidad. Además, era 2001 y la crisis política empezaba a convertirse en tufo.
Leo las noticias de la gira mundial que emprenderá Radiohead y recuerdo esos días, especialmente cuando veo las fechas pautadas en México -2 y 4 de octubre de 2016-. Fueron meses de descubrimiento en los que un conjutno brillante y excepcional me acompañó en ese paso de la adolescencia a la adultez. Acudo a los acordes de los britànicos frecuentemente y su grandeza permanece intacta, aunque sea uno de los que aún no comprende The King of Limbs.
