Dicen que debemos ponernos en los zapatos del otro para poder entenderlo, y esto sucede mucho con la música. Hasta que no sentimos una canción, no la comprendemos.
Cuando esto pasa, el sonido, la letra, los elementos que conforman una canción, tienen sentido para nosotros, la música tiene tanta fuerza y tanto peso que habla por sí misma. El video solo se vuelve un complemento, que no solo te ofrece sensaciones sino una referencia de la realidad, y esto lo hace más contundente y aterrador, este último sin intención, solo es así porque la naturaleza de la canción lo pide.
Esta canción en particular, más allá de la letra, lo primero que llama mi atención es como la melodía logra llevarte a otro lugar y darte la sensación de que estás allí, en ese momento, con todo lo que implica.
Es como una película que vas a armando en la cabeza, y poco a poco llegas a sentir la angustía, la indignación, el enojo, ese estado de alerta constante. Sobre todo esa insertidumbre sobre el futuro.
Para los más creativos ese sonido de guitarra te recuerda el duelo entre dos vaqueros -cual película- y esa batería que te hace sentir en medio de un enfrentamiento, y si te concentras bien, escuchando con audífonos, puedes llegar a sentir que una bala puede atravesarte.
Siempre lo he dicho, la música tiene la capacidad de reflejar la humanidad, pero en la actualidad también nos recuerda nuestra humanidad, la que tenemos, la que perdimos, la que necesitamos, lo que lo somos, y allí, los músicos, deben hacer lo suyo, y eso, es música.
Tal vez eso es lo que sucuede con algunos géneros musicales o canciones, no logramos conectarnos porque no la sentimos, y si no nos pasa...