Esta mañana desperté con unos 15 mensajes en mi celular con la noticia, el twitter lo anunciaba y las revistas especializadas a las que estoy suscrito lo confirmaban: ¡Bowie ha muerto!
Digamos que su ausencia física es dolorosa y una lamentable muerte. No mas shows, películas ni nuevos discos. El Duque Blanco se marchó sigilosamente dejando un ruido en el vacío de quienes le disfrutamos con sus canciones.
El viernes 08 de Enero, estaba oyendo su último disco Blackstar (2015), me llamó la atención que lo lanzara el día de su cumpleaños 69 con el video de Lazarus que confieso me perturbó un poco. Le dí tres escuchadas al disco, una obra digna del Duque Blanco. Dejé los apuntes que hice para su merecida reseña.
La muerte llegó, como siempre inesperada, aunque en la genialidad de Bowie, parece que lo tenía calculado para despedirse con gracia y autenticidad. Lazarus parece una declaración de sus últimos días y reflexión acerca de su existencia. Es verdad que nunca he sido un acérrimo fan de Bowie pero siempre disfruté de todo el arte que tuve acceso de él. Esta clase de músicos no necesitan de la extrema admiración de las masas, cualquiera que se tope con sus creaciones, de inmediato percibía la genialidad de su autor.
¡Hasta luego Bowie!, ya sea por la lealtad de tus verdaderos fanáticos o por la re-examinación de tu discografía y legado en las siguientes generaciones, en aquellos que uno mira en el showbizz y reconoce tu influencia, vivirás a través de tu música. Al final de cuentas, fue uno de los artistas con más credibilidad de la industria, un visionario al servicio de su integridad y buen gusto.
La muerte más que predecible es real, le ocurre a los vivos, no estamos preparados para aceptarla. Y es que Bowie no envejecía, no se enfermaba, cada disco era una reinvención de él, una muestra de juventud latente. Cerrar los ojos y escuchar alguno de sus 25 discos de estudios, toparse con su folk psicodélico, el glam rock que lideró, su decantamiento por el soul, el funk y el jazz y ver cómo todo eso aparecía sutil y elegantemente manifestado en su obra, es una muestra de lo atemporal de sus composiciones y la razón por la que nuestro cerebro se negaba a ver a Bowie envejecer.
Su partida es el inicio de póstumos homenajes y refrescamiento de su discografía, es recapitular aquello que está vigente y que el showbizz en su búsqueda suicida fue apartando progresivamente y sus amnegados seguidores cultivaron con orgullo a través de los años.
¡Larga vida al Duque Blanco! y que suene sin parar su música. Lazarus nos dio la señal de su partida, ahora debemos alimentar el dolor con la sonoridad que David Bowie nos dejó por los siglos de los siglos.
