Por estos días está el pianista español Alberto Raya presentando un espectáculo donde “quiere saciar su enorme necesidad de flamenco”.
Con el título “Caminos flamencos”, lleva una instrumentación algo singular y poco conocida para los amantes de este género: piano, guitarra eléctrica, bajo eléctrico, mandolina, percusión, y, por supuesto, dos bailaoras.
Ya sus “Caminos flamencos” los había mostrado en Madrid, Barcelona y Valencia, y ahora está en Miami y, próximamente, Jamaica. Y con este espectáculo, rinde homenaje a Enrique Morente, el cantaor que ilustra nuestra nota.
Pero lo que queremos destacar, a propósito de esta noticia, es el hecho de que un género como el flamenco suele estar entre dos aguas –como, precisamente, la pieza más famosa de Paco de Lucía-, y esas aguas no son otras que los caudales de los puristas u ortodoxos, que defienden la pureza del cante jondo, y los rebeldes, que siempre le incluyen otros elementos al género, pretendiendo con ello enriquecer, variar, brillar, según sea la intención.
Los grandes músicos siempre han entendido que a la música siempre le viene bien un buen toque de rebeldía, siempre conservando lo que haya que conservar para que no se pierda la identidad del género. En el caso del flamenco, hace ya mucho tiempo le comenzaron a adicionar cosas, y si al principio fue guitarra, cante y palmas, casi de inmediato vinieron las castañuelas y el golpe de los tacones (y se empezaron a confeccionar zapatos especiales para tal fin). Y luego a los palos se le agregó un híbrido (que muchos no aceptan como palo flamenco, pero en fin) como la llamada rumba flamenca.
Y con don Paco de Lucía, eximio y excelso, primero introdujo el bongó y luego el cajón peruano. Por cierto, este instrumento lo modificaron con ciertos aditamentos y lo convirtieron en cajón flamenco.
Y así, poco a poco se le han ido agregando elementos, más o menos interesantes, depende del gusto de cada quien. Hasta llegar a extremos en los que la guitarra no está presente o no protagoniza.
En todo caso, es un tema que pica y se extiende, y cada quien aportará a la discusión su gusto o disgusto. Lo verdaderamente importante es que el duende del flamenco perviva por siempre.