Metallica en el Lollapalooza Brasil.
Una marea negra le rindió ayer culto a Metallica en la edición brasileña del Lollapalooza, un palco en el que los reyes del heavy metal volvieron a coronarse en su novena visita al país suramericano. Los primeros acordes de rock duro sonaron quince minutos después de lo previsto y fue en ese momento cuando una multitud vestida de oscuro sacó los "cuernos" para recibir a las estrellas indiscutibles del festival, que reunió a 100.000 personas en Sao Paulo. La banda irrumpió con The Ecstasy of gold, el clásico intro que siempre les acompaña, y la legión de seguidores, entre ellos uno puñado de niños, comenzó a agitar las cabezas, a saltar y empujarse, una escena habitual en los conciertos de la leyenda mundial del metal. Tras su habitual carta de presentación, llegó el momento de mostrar a los brasileños su nuevo álbum Hardwired... to Self Destruct, lanzado a finales de 2016 para reconquistar a sus fieles tras ocho años de sequía discográfica.
Durante las dos horas que duró el concierto James Hetfield y compañía presentaron algunas de las canciones imprescindibles de su nuevo trabajo, pero no dejaron de lado algunas de los temas que los encumbraron hasta lo más alto, como Master of puppets, Nothing Else Matters y Enter sandman, que cerró la velada. Metallica ayudó al Lollapalooza a conseguir un público récord en el autódromo de Interlagos de Sao Paulo, pero a ello también contribuyó el cartel que le precedió y que no dejó indiferente a nadie. La tarde del sábado comenzó con una buena dosis de rock alternativo de la mano de Cage The Elephant, que este año celebra una década sobre los escenarios y lo hace con el Grammy al mejor álbum de rock con Tell Me I'm Pretty. Todavía con la resaca de su actuación en el festival Estéreo Picnic de Colombia, el vocalista Matthew Shultz transmitió su hiperactividad durante una hora de concierto, se lanzó literalmente a los brazos del público y bailó sin camisa sobre las manos de uno ejército de fans. El niño travieso de Kentucky se entregó de principio a fin y dejó desesperado a un séquito de guardaespaldas, especialmente cuando decidió escalar los laterales del escenario principal para poner el broche final a su espectáculo.
La energía de sus canciones contagió a los más jóvenes de la cita sónica, a la que Cage The Elephant conoce de sobra después de firmar hoy su tercera actuación en el Lollapalooza Brasil. Durante su actuación no faltó en la pradera de Interlagos el espíritu de otros festivales de talla, en los que parece haber un código de estilismo preestablecido: gafas de sol -preferiblemente redondas-, pantalones cortos, muchas botas y camisetas de viejas glorias del rock. A continuación llegaron los veteranos del punk-rock. Los californianos Rancid realizaron su primer concierto en Brasil, desplegaron el saber adquirido en sus 25 años de historia y consiguieron así pagar su deuda con los brasileños. En otro de los escenarios, la banda inglesa The XX realizó un concierto mucho más intimista, en el que presentó sus más recientes éxitos, como Say something loving, el segundo sencillo de su nuevo álbum de estudio I See You. El trío británico apostó por los ritmos lentos, pero poco a poco se fue adentrando en las canciones de su nuevo trabajo, que coquetea con la electrónica y se acerca un poco más a las pistas de baile.