El Cascanueces de Tchaikovsky

E.T.A. Hoffmann escribió el cuento de Clarita y el bello cascanueces que le regaló su padrino Drosselmeyer; y Alejandro Dumas -el mismo de "Los Tres Mosqueteros" y "El conde de Montecristo"- realizó la adaptación que sirvió para que Marius Petipá hiciera la coreografía del magnífico ballet con música de Peter Ilich Tchaikovsky.

Música honda, intensa, de colores dramáticos. Música que conmueve, que emociona, que fascina. Música que se le pega en el alma al que la escucha, música que no pasa desapercibida, que no engaña. Música maravillosa. Ella sola va contando, con sus acordes y efectos sonoros, lo que pasó en aquella navidad, cuando la pequeña Clarita recibe su regalo. Relata el sueño en el que el juguete se convierte en soldado, que dirige una batalla feroz contra los ratones, y que luego de una danza espectacular con la Reina de las Nieves, se pasea por los mundos característicos.

El cascanueces es, así, un símbolo de la navidad en el mundo occidental. No hay país en el que no se le represente, sea con orquesta en vivo, sea con reproductor, sea con cuerpo de baile profesional, o con pequeños niños haciendo las delicias del público. Y allí, omnipresente, los sonidos de Tchaikovsky.