Aunque nací y vivo en el mismo continente, nunca he podido asitir al Festival de Viña del Mar, en esta oportunidad no hay límites para el internet ni la televisión por cable. Sin poca expectativa pude ver desde la comodidad de mi habitación la presentación de Nicky Jam, un artista muy popular en Venezuela, sobre todo en las reuniones y discotecas caraqueñas.
Desde hace tiempo conozco el trabajo de este artista, precisamente por eso, es un sonido que acompañaba mis salidas nocturnas en Caracas, esa que compartes con los amigos para despejarse por un momento del todo el tema político y social que atraviesa Venezuela.
Cuando sales a festejar la gracia de estar viva en una de las ciudades más violentas del mundo, el sonido, la música, es algo que sientes, en ese momento no piensas mucho si te gusta o no, estás vivo y hasta la melodía más tediosa puede convertirse en el sonido más hermoso que has escuchado. Sobre todo, si alguien más pone la música y el gusto musical es distinto.
Pocas veces como individuo, podemos controlar el sonido en los carros o clubes, pero están allí, sin querer te aprendes las canciones.
Y así fue, aunque yo no estaba en el Festival de Viña, desde mi casa me conecté con cada una de las canciones que antes había escuchado, y de ser posible estar allí, en ese momento estaría catando a todo pulmón.
No soy seguidora del género, solo es el sonido que acompaña las salidas con amigos que la escuchan, pero por ser un género distinto al de costumbre, llama la atención.
Por lo general el Reggaeton es un género que goza de una gran popularidad y así como tiene seguidores también hay una gran critica en contra de su mensajes, pero esta canción en particular, me parece un tema con el cuál tanto como un hombre o mujer que se ame a sí mismo, puede conectarse.
Es hermoso cuando los festivales, la música y el arte, te abrazan desde la distancia, sin importar el país de origen, sea Chile, Puesto Rico, Venezula y sus culturas, o los problemas que puedan haber, ese trabajo te hace sentir bien y te permite vivir el presente, ese que tanto le cuesta al latinoaméricano.